Álvaro Peña: Corredores bioceánicos, proyectos clave para integrar al Cono Sur

Alvaro Peña Fritz es Académico Escuela de Ingeniería de Construcción y Transportes PUCV, consejero del Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI)


En medio de los anuncios que consolidan el Corredor Bioceánico, Chile tiene la posibilidad histórica de transformarse en el gran articulador logístico del Cono Sur. No se trata solo de infraestructura vial: estos espacios son rutas estratégicas que conectan el Pacífico con el Atlántico, fortaleciendo vínculos con Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Perú, y proyectando a América Latina hacia los mercados del Asia-Pacífico.

Sin embargo, los avances que se ven en la zona norte -con una activa participación de ministerios y gobernaciones en el desarrollo de las distintas obras requeridas-, se deberían extender a lo largo de la frontera del país. En el caso de Agua Negra, en la Región de Coquimbo, se aprecia un impulso de los gobiernos locales en ambas fronteras -este mes se celebró el XXVIII Comité de Agua Negra-, con el objetivo de avanzar en el desarrollo de un proyecto amplio entre ambos países. También se requiere un mayor impulso para implementar un corredor en la Región del Bio Bio, que unirá a esa zona con la ciudad de Bahía Blanca, en Argentina, donde ya se está avanzando en la idea de un “Ferrocarril Trasandino del Sur” que cruzará Los Andes hasta Talcahuano con el fin de movilizar carga. También hay iniciativas en el “Eje sur” en La Araucanía y Los Lagos como también otro en Tierra del Fuego. Como vemos, se requiere una visión de Estado para impulsar las obras requeridas.

La nueva infraestructura que se proyecta permitiría no solo descongestionar pasos tradicionales como Los Libertadores, sino que también facilitar el comercio internacional, al reducir costos logísticos, haciendo más competitivas nuestras exportaciones. La idea, además, es atraer inversión extranjera, especialmente en sectores estratégicos como minería, agricultura y energías limpias. Mejorar la conectividad, integrando zonas aisladas a las cadenas de valor globales.

El desarrollo de estas obras también tiene un impacto social: permite acercar servicios a comunidades históricamente postergadas, generar empleos de calidad y promover formación técnica y profesional en torno a nuevas infraestructuras.

También se abre la oportunidad de incorporar tecnologías para el control migratorio automatizado, sistemas de escaneo en tiempo real y análisis de datos, modernizando los servicios en los pasos fronterizos, algo requerido ante los crecientes flujos de pasajeros y carga.

Chile puede liderar la integración sudamericana, pero para lograrlo debemos acelerar la inversión pública y la coordinación binacional. Los corredores bioceánicos no son solo autopistas: son puentes hacia un desarrollo más equitativo, sostenible e inteligente.

 


 

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