Al disfrutar de cualquier producto, sea una fruta o un celular, pocas veces pensamos sobre el camino que recorrió hasta nuestras manos y, menos aún, reflexionamos acerca de lo que contaminó su transporte. Esa silenciosa logística movió 145,2 billones de toneladas/km de carga por todo el mundo en 2019, que emitió 3.233 millones de toneladas de CO2, estimó el Foro Internacional de Transporte (ITF, por su siglas en inglés) de la OCDE.
Ese enorme volumen de contaminantes exige respuestas ante el advenimiento del cambio climático: la Organización Meteorológica Mundial declaró en mayo pasado que hay 50 % de opciones de que la temperatura global aumente 1,5ºC de aquí a 2026. Así mismo, hay 93% de chances de que cualquier año del próximo lustro sea el más cálido jamás registrado.
La logística verde se erige como una iniciativa para reducir esa huella de carbono, una de las cinco tendencias del sector para 2022. Se trata de un conjunto de prácticas y estrategias en la gestión de la cadena de suministro que reducen su impacto ambiental –destaca un artículo del BBVA–. Implica gestión de residuos, menos embalajes, eficiencia energética en espacios de almacenaje, sistemas de distribución y recogida, y transporte de ‘última milla’.
Ante la problemática, por ejemplo, el Puerto de Barranquilla implementa un Sistema de Gestión Ambiental (bajo la norma ISO 14000:15). Mónica Olivares, coordinadora de Gestión Ambiental, señala que ésta logística ambiental de la instalación portuaria contribuye a reducir costos, contar con un ambiente más limpio para las generaciones futuras. “Al aprovechar las estrategias sostenibles, mejoramos la eficiencia en toda nuestra organización”, apunta.
Dentro de las habilidades que se desarrollan están la clasificación de los residuos para reciclar, reducir el uso de papel, realizar estudios de calidad de aire (resolución 2254/2017), el uso eficiente del agua, la caracterización de las aguas residuales, control y mantenimiento de los equipos portuarios para evitar fugas contaminantes o emisión de gases de invernadero, el óptimo uso del combustible gracias a rutas planificadas, y contar con nuevos clientes y proveedores sostenibles.
En el plano local, Juan Alberto Páez, presidente de Asonav, los puertos colombianos presentan problemáticas ligadas al cambio climático, como la necesidad de dragado permanente para canales o bahías de acceso, “teniendo en cuenta que la sedimentación proviene de la deforestación en Colombia”.
Otro reto mencionado por el líder gremial es la balanza comercial adversa para Colombia, en la que son mayores las importaciones que las exportaciones. “Ello implica un desbalance en el movimiento de los contenedores y en el tipo de mercancía. El país importa carga general y exporta materias primas. Traemos muchos contenedores de 40 pies y enviamos varios de 20 pies, como ocurre con el café”.
Ese desbalance implica que muchas cajas viajan de regreso vacías consumiendo combustible fósiles, energía eléctrica y espacio en las carreteras, bodegas de almacenaje, terminales portuarias y buques. “El aire es el commodity que más viaja en esos contenedores”, comentó.
Por su parte, el director del Observatorio de Logística y Movilidad del CID de la Universidad Nacional, Jose Stalin Rojas, expuso que hay importantes avances en los puertos colombianos con tecnología, sistemas de gestión ambiental y certificaciones portuarias, pero llamó la atención para una mayor alineación con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Según el Panorama del transporte de ITF de 2021, el transporte de carga mantiene un intenso crecimiento y exige un mayor esfuerzo por descarbonizar. Con las políticas actuales, se prevé que en 2050 las emisiones de CO2 de este sector sean 22 % superiores a las de 2015, pero con metas más ambiciosas el indicador se revertiría en 72 %.
Del sector transporte, que incluye el movimiento de personas y mercancías, estas últimas son responsables del 40 % de las emisiones. De ese segmento, la vía marítima representa el 20 % del carbono producido y es la segunda más contaminante –por detrás de la carga por vía terrestre–, pero es la más eficiente al movilizar el 70 % de las toneladas/km.
Ante estos enormes retos, lo cierto es que cada actividad humana que deje una huella de carbono debe reducir su impacto. La responsabilidad es compartida entre todos los eslabones de la cadena, tanto productores, como transportadores y, como no, también los consumidores. Y el tiempo se agota.