Gabriel Gurovich: El futuro logístico del norte de Chile del Corredor al Hub

Gabriel Gurovich es Chief Evangelist Officer de KLog.co


El reciente crecimiento del Puerto de Iquique, con un aumento del 53% en la transferencia de carga durante mayo, y la conmemoración de los 27 años de la Empresa Portuaria Antofagasta, no son solo hitos operativos: son señales inequívocas de una transformación mayor en curso. El norte de Chile está dejando de ser simplemente una zona de tránsito para convertirse en una plataforma logística estratégica para toda Sudamérica, especialmente para Bolivia, que ha consolidado su preferencia por estos puertos como vía de acceso natural al océano Pacífico.

Estos avances reflejan una eficiencia operativa que es digna de destacar, pero sobre todo nos obligan a mirar más allá de los contenedores y grúas. Lo que está en juego aquí es la redefinición de las fronteras logísticas de la región. En un contexto global donde las cadenas de suministro se reconfiguran constantemente, el Corredor Bioceánico —que conecta el Atlántico brasileño con los puertos del Pacífico chileno a través del Chaco paraguayo y el altiplano boliviano— ya no es un proyecto del futuro: es una realidad que exige visión y decisión estratégica.

Bolivia, al carecer de litoral, depende estructuralmente de terceros países para canalizar su comercio exterior. Durante años ha diversificado sus rutas de acceso, pero los datos recientes no mienten: Iquique y Antofagasta están capturando cada vez más participación, no solo por cercanía geográfica, sino por mejoras reales en servicios, conectividad terrestre y confiabilidad. Esta tendencia debe ser leída no como un favor que hacemos al país vecino, sino como una oportunidad histórica de integración inteligente.

Chile, con su red portuaria y experiencia en comercio exterior, tiene una posibilidad única: pasar de ser un país con puertos eficientes a transformarse en el corazón logístico del cono sur andino. Para eso, debe abandonar la mirada aislada que tradicionalmente ha tenido sobre sus puertos del norte. Estos no son infraestructuras periféricas, sino nodos de una red estratégica que puede generar valor económico, cohesión territorial y liderazgo regional.

La pregunta ya no es si debemos invertir más en infraestructura, sino cómo lo hacemos de manera coordinada y con una mirada de largo plazo. La clave está en consolidar zonas logísticas integradas, interoperables, tecnológicamente avanzadas y pensadas desde la perspectiva de cadenas de suministro modernas. Esto implica fortalecer las rutas carreteras y ferroviarias hacia Bolivia, optimizar los cruces fronterizos, implementar sistemas de trazabilidad en tiempo real y facilitar los procesos aduaneros binacionales. Y también —por qué no decirlo— pensar en alianzas público-privadas que integren actores bolivianos en la planificación de esta red.

Chile se encuentra frente a un dilema estratégico: puede seguir operando sus puertos del norte como terminales eficientes pero aislados, o puede asumir el desafío de transformarlos en verdaderos hubs logísticos intermodales que sirvan no solo a nuestro país, sino a todo el ecosistema económico altiplánico. Esto último no es altruismo: es una apuesta de desarrollo mutuo. Porque al facilitar la internacionalización productiva boliviana, Chile también gana: gana volumen, gana servicios, gana especialización y —sobre todo— gana centralidad geoeconómica.

La logística ya no es un asunto técnico escondido en bodegas y planillas. Hoy define la competitividad de los países, la resiliencia de sus industrias y su capacidad para insertarse en los flujos globales de valor. Si queremos que el norte de Chile deje de ser una “puerta de salida” para convertirse en una plataforma de desarrollo, debemos pensar en grande. La geografía ya nos favorece: ahora nos toca alinear voluntad política, visión empresarial e innovación tecnológica.

La oportunidad está, literalmente, en nuestras manos. Los próximos años serán decisivos para saber si la convertimos en realidad o la dejamos pasar como tantos otros corredores logísticos que quedaron solo en el papel. El futuro no se planifica en Santiago: hoy se juega en el norte.


 

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