Oscar H. Medina Mora- es Socio Empresa Multimodal.
Desde hace algunos meses se habla mucho de “Escenarios VUCA” (Variables, Inciertos, Complejos y Ambiguos), nuevamente el mundo de los negocios se apoya en desarrollos de la estrategia militar, que según el análisis de variables relacionadas al conocimiento del escenario operacional y la capacidad de predecir qué pasará al momento de ejecutar la operación, clasifica estas en dichas categorías- VUCA.
Siguiendo esta metodología, se elige el perfil del comandante que liderará la acción militar, si se requiere alguien con una visión clara, para comandar en escenarios volátiles o variables (información confiable y alta capacidad de predecir) se busca a quien genere confianza en el equipo, o por el contrario, si se enfrenta a un escenario de poca información y poca capacidad de predecir, es decir, una operación caracterizada por la ambigüedad, se asignará un líder con capacidad de improvisar asertivamente y un equipo con capacidad de cambiar ágilmente el curso de la acción planeada.
No obstante, esta teoría está dada para operaciones específicas, para la realidad contemporánea, se exigen líderes visionarios que construyan relatos convincentes, con capacidad de actuar ágilmente saliéndose del plan, haciendo análisis rápidos con información imperfecta y capacidad de comunicar asertivamente al equipo, escuchando las opiniones con empatía, puesto que el día a día empresarial nos enfrenta a diferentes escenarios operacionales.
Estos planteamientos teórico prácticos ahora se presentan bajo el acróstico de escenarios BANI (Brittle – Frágiles, Anxious – Ansiosos, Nonlinear – No lineales e Incomprehensible – incomprensibles, por sus siglas en inglés ) es decir, las situaciones qué, están siendo y serán habituales en el mundo de los negocios, son en apariencia sólidas pero que pequeños cambios les pueden generar enormes impactos, es decir, frágiles. Estos cambios pueden ocurrir de manera no secuencial y sorprendente, no lineales, frente a ellos los líderes sufren de un constante estado de nerviosismo, generando respuestas precipitadas o inacción, ansiedad, ya que cuentan con sobreinformación en el que resulta muy complejo discernir entre lo importante y lo superfluo, limitando la capacidad de comprensión del entorno.
Lo anterior, es especialmente cierto en el mundo marítimo-portuario. De un lado el enfriamiento de la economía del Asia-Pacífico, Fábrica del Mundo, en especial la china. De otro, la incertidumbre en occidente con la continuación de la guerra en Ucrania con los impactos globales en los mercados de granos, de fertilizantes y Oil & Gas – O&G y para el cierre del año, el inicio del conflicto entre Israel y Hamas con consecuencias en los tráficos por el Suez y el tránsito de una hegemonía occidental a la consolidación de la multipolaridad política global.
Herencias de la pandemia Covid-19, son la inflación por contracción de la oferta combinada con, la disponibilidad de capacidad adquisitiva gracias a las ayudas gubernamentales que, en procura de mitigar los efectos del freno en la actividad productiva, generaron déficits fiscales y endeudamientos públicos. Esto ha conllevado que la fórmula típicamente aplicada de alza en las tasas con el fin de desestimular el gasto, tenga efectos en la inversión evitando que la oferta se recupere, por lo que, el fenómeno inflacionario, que se creía un fenómeno económico bajo control, ha persistido durante el 23 y persistirá en el 24.
En materia de logística mucho se ha hablado de los conceptos de Nearshoring y Friendshoring en contraposición al OffShoring reinante desde los años 90´s. Esta reestructuración de las cadenas logísticas, dándole prelación a países cercanos en lo geográfico y en lo político, empieza a tener impactos en las rutas marítimas, abriendo oportunidades a países como los nuestros, que están en la órbita inmediata de economías como la norteamericana y a distancias no tan grandes con las europeas y tendrán impacto no solo en los tráficos marítimos domésticos sino también de forma importante, en los de transbordos.
Para aprovechar esta oportunidad los países más llamados a ello deben generar escenarios de confianza y estabilidad a los inversionistas, para que estos tomen decisiones sobre la implementación estratégica de cadenas logísticas más cortas con economías más próximas a sus intereses.
En lo político supranacional, coyunturalmente, es la primera vez que en sus 65 años de existencia un latinoamericano, más específicamente panameño, lidera la Organización Marítima Internacional, una situación que se puede aprovechar para darle visibilidad a la actividad marítima de la región y lograr que los países de la región, tengan más dinamismo y celeridad con las políticas establecidas, para hacer una referencia, las Ventanillas Únicas Marítimas – VUM, las cuales son el punto central donde se comparte la información necesaria para la escala de un buque en un puerto nacional y la coordinación de las autoridades marítimas y portuarias, con los diferentes actores del escenarios.
El acceso a estas ventanillas y permiten el intercambio de información entre los distintos agentes involucrados en los procesos de arribo, estancia y zarpe de los buques en puerto, logrando minimizar la incertidumbre, reducir los costos de transacción y dar confianza en el desarrollo de las actividades de los escenarios BANI o VUCA´s.
En lo portuario a los escenarios comerciales ya mencionados, se suma la falta de claridad institucional ad portas de finalizar los periodos de concesión iniciados en los años 90´s. La necesidad de repensar las relaciones público – privadas que den continuidad a la exitosa dinámica de las últimas tres décadas, el fortalecimiento institucional público y privado y la implementación de nuevas tecnologías en herramientas que permitan la facilitación del comercio; la optimización de costos de transacción y la agilidad de procesos, sin perder el control por parte de las autoridades competentes.
De igual manera, la inestabilidad política a consecuencia de la sobre exposición de múltiples relatos omnipresentes, falsos, inexactos y poco confiables, al que se ve expuesto el demócrata moderno, que en medio de una sociedad de consumo no tiene ni el tiempo, ni el interés de verificarlos y en un entorno de desigualdad que incrementa su percepción de insatisfacción, en razón a que gracias a las redes sociales qué dan y amplifican voces reaccionarias; se evitan los análisis racionales; se avivan las pasiones; se limita la discusión argumental y se priorizan la reacción sentimental, fertilizando el campo para regímenes populistas de extremos y una sensación permanente de zozobra que afecta el estado de ánimo general y la capacidad de razonamiento individual.
Todo esto aderezado por la crisis climática que obliga a repensar las fuentes de energía necesarias para mantener dinámica la actividad económica. Mayores regulaciones a la explotación minera, emisiones, desechos, vertimientos y desperdicios, todo esto frente a las consecuencias de fenómenos ambientales de fuertes lluvias y sequías, como por ejemplo, lo mucho que se ha hablado del Canal de Panamá y el impacto sobre los tráficos marítimos.
La realidad es que la coyuntura en el paso interoceánico ha sido manejada por las autoridades competentes con eficacia y con unas consecuencias administradas con tino y las alternativas al canal panameño, planteadas inclusive antes de su construcción v.g. Colombia, Nicaragua y demás, no parecen hacer sentido económico ni técnico, frente a las nuevas realidades del transporte marítimo internacional. Preocupan más las acciones terroristas desde las riberas del Suez y las decisiones tomadas por las navieras en consecuencia, desviando los tráficos y aumentando los costes tanto fijos como variables de sus operaciones, al incrementar los tiempos como las distancias.
Así pues, el reacomodo global generalizado seguirá desarrollándose en el 2024, sin que en el corto plazo se puedan tener expectativas de estabilización, lo que requerirá por parte de los líderes, construir escenarios de confianza con sus pares, competidores y colaboradores, innovar en procesos, procedimientos y materiales; trabajar en la inclusión de nuevas formas de ver y afrontar los retos; mejorar las estrategias de comunicación más orientadas a construir consensos que a dividir y enfrentar; e invertir en capacitación sobre las nuevas tecnologías; pero, sobre todo, en la autogestión del conocimiento de la humanidad misma, que permita la comprensión integral de los fenómenos creando estructuras organizativas resilientes y en el mejor de los casos anti frágiles, entendidas como organizaciones que al ser sometidas al estrés se fortalecen y permanentemente se autogestionan.
Por parte de los individuos, una posición más crítica que criticona de sus entornos y un mayor compromiso con la sociedad, desde la base de acciones y reacciones menos viscerales y más reflexivas y constructivas.