Yurik Díaz es exejecutivo portuario y, actualmente, es gerente general de Los Boldos y Street Dogs.
Chile no puede seguir esperando: necesitamos con urgencia un Puerto Exterior. Hoy, como importador frecuente, veo con preocupación el colapso del sistema portuario, y lo grafico en que, si traes un contenedor por San Antonio, la entrega al consignatario puede tardar entre 5 y 6 días (algo menos por Valparaíso). Mientras tanto, las navieras cobran demurrage desde la descarga del contenedor desde la nave, con un costo cercano a USD 100 por día una vez superados los días libres (en general 5).
¿Por qué tanta demora en la entrega? A mi juicio, por tres causas principales:
1. Ahorros buscados por los operadores en el proceso de entrega.
2. Falta de exigencias formales de calidad de servicio en esta etapa por parte de las empresas portuarias.
3. Escasez de áreas de respaldo que permitan operaciones más eficientes.
Solo un ejemplo que grafica la necesidad de mayor infraestructura. La capacidad instalada del sistema portuario de la zona central y sus posibilidades de crecer son prácticamente nulas. No basta con más muelles o grúas: también se requieren áreas de respaldo, conectividad vial y ferroviaria, y servicios públicos eficientes y, la capacidad de recibir naves de mayor tamaño, Como estas condiciones deben cumplirse en conjunto —y ni siquiera individualmente muestran grandes mejoras posibles— la expansión se vuelve inviable, y es por eso que necesitamos un salto discreto.
De cara al futuro, primero, debemos tener claro que nuestros puertos no compiten con los de Perú. Eso no tiene importancia para Chile. Lo que realmente está en juego es si Chile será atendido directamente por los servicios que conectan con Asia o si dependeremos de feeders. Particularmente nos importa Asia por el tamaño de las naves que atenderán este tráfico. Europa, en cambio, no, porque las naves que hacen esa ruta cruzan el Canal de Panamá, ese es su limitante, ya son atendidas en los principales puertos chilenos. Es decir, no es un tema de competitividad regional sino global.
¿Y si quedamos sujetos a ser atendidos por feeders?
• Nuestros costos serían mucho más altos debido al transbordo. Para dimensionar: si el costo por TEU aumentara USD 200, el sobrecosto anual sería cercano a USD 400 millones. Ese solo ahorro justificaría la inversión en un puerto exterior.
• Habría un impacto serio en nuestras exportaciones, con riesgo de perder mercados por mayores tiempos de tránsito (probablemente unos 10 días más), especialmente en productos perecibles como la fruta; estaríamos “más lejos” o “más lentos”, con mayores costos financieros y menor capacidad de reacción.
Entonces aquí no sólo es importante qué capacidad de transferencia teórica tenemos en grúas o metros de muelle, sino la posibilidad de recibir naves de mayor tamaño (eslora, manga, calado).
Chile tiene volúmenes de transferencia que justifican con creces que los servicios directos se extiendan hasta nuestros puertos (regiones del Bio Bio y Valparaíso), pero para que eso suceda debemos tener puertos que puedan recibir a esas naves. ¡Ese es el meollo del asunto!
Chile, su economía, depende absolutamente de su comercio exterior. Tenemos una de las redes de acuerdos comerciales más extensas del mundo, que cubre cerca del 90% del PIB mundial. Entonces la pregunta es: considerando los incomprensibles años que demora la permisología, más los años que implica la construcción de una mega obra como esta, ¿es razonable asumir el riesgo de llegar tarde? ¿O deberíamos, como país, anticiparnos y estar preparados?
Desde mi punto de vista los países deben anticiparse a la demanda en todo lo que a infraestructura se refiere porque, si tenemos las condiciones, si somos competitivos, permitiremos que haya inversión, que se produzca más y mejor, que se exporte e importe, pese a estar lejos de nuestros mercados. Eso fue lo que sucedió alrededor de los años 90 cuando Chile decidió abrirse a la inversión privada en carreteras, puertos y aeropuertos, lo que permitió un extraordinario crecimiento del país, entre otros, gracias a su competitividad.
Lo he dicho: creo que ya llegamos tarde, pero más vale tarde que nunca, por lo que debemos empujar este proyecto como país, con el absoluto convencimiento de que es fundamental para el desarrollo de Chile y su gente.












































