Paula Bunster: Desafíos para la red ferroviaria

Paula Bunster es Presidenta del Comité Logístico de Trenes y Puertos del Consejo de Políticas de Infraestructura (CPI).


Paula Bunster

La reciente noticia de la concesión del tren Santiago-Valparaíso es un buen impulso en materia de conectividad entre grandes ciudades, pero es necesario señalar que, a pesar del anuncio, Chile está lejos de ser considerado un país ferroviario, al menos como se conoce en distintas ciudades de Europa.

Lo anterior se refleja en que las vías férreas operativas hoy se reducen a menos del 10% de las que existieron en el país. La Ley General de Ferrocarriles data de 1931 y, en el transcurso de las últimas décadas, hemos visto que las inversiones y los planes en infraestructura en nuestro país han estado concentradas en las carreteras.

Por el contrario, cuando se presentan iniciativas ferroviarias de carga, estas son consideradas como proyectos “especiales” -con todas las dificultades que esto conlleva- lo que se traduce en que el transporte de carga a nivel nacional continúe centrado en los camiones. 

Además, hemos visto quiebres importantes en la red ferroviaria, el desplome del Puente Toltén que interrumpió por años el transporte de carga a la zona sur y ahora el Puente Bio Bio tiene el tráfico suspendido, sin circulación de trenes entre Concepción y Coronel.

La infraestructura ferroviaria en la zona central está a cargo de la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE). Es posible observar que hace más de 50 años que no se realizan inversiones de relevancia en esta red para mejorar nuestra logística. Una excepción son los proyectos de trenes destinados a los pasajeros, como el Rancagua Express o el que unirá Santiago y Melipilla. Se trata de buenas noticias, pero un país con vocación minera, forestal y de otras exportaciones, debiera dar un fuerte impulso a su logística de carga para ser más competitivo.

En la zona de Antofagasta, el Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia (FCAB) opera y mantiene 700 km de vía y atiende a la industria minera de la zona. A su vez mantiene un tráfico internacional permanente, trasladando minerales provenientes desde Bolivia hasta los puertos chilenos de Mejillones y Antofagasta.

Los trenes permiten que los puertos puedan transferir más carga, sin duda esto permite generar mayor eficiencia en nuestra infraestructura portuaria. 

Resulta curioso que no exista una política potente en este ámbito, en especial, considerando que los ferrocarriles generan menores niveles de contaminación (gases con efecto invernadero), son eficientes en consumo de energía, reducen la congestión en las carreteras y permiten el traslado de grandes volúmenes en largos recorridos. 

Chile debe modificar la regulación y fomentar este modo, premiando los proyectos ferroviarios sustentables. Así, por ejemplo, de alguna forma las autoridades debieran considerar los beneficios económicos y ambientales que acarrean los proyectos ferroviarios. 

Es urgente priorizar este tipo de transporte pues contribuye a cumplir las metas de descarbonización que se ha trazado el país. Junto con esto, el llamado es a crear los mecanismos para financiar infraestructura ferroviaria y terminales de transferencia de carga para conectar con los ferrocarriles. 

Fomentemos el uso de los trenes, para ser más competitivos y menos contaminantes, es una necesidad urgente para el desarrollo sustentable de nuestro país.


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