Una publicación del medio The Washington Post catalogó a la hidrovía Paraguay-Paraná, la que recorre unos 3.300 kilómetros, conecta al menos 150 puertos en cinco países y es la ruta fluvial comercial más importante del continente, como una “superautopista de la cocaína hacia Europa“.
Cabe recordar que en 1992, las cinco naciones –Brasil, Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay– acordaron establecer los dos ríos naturales, que se unen en la frontera entre Paraguay y Argentina, como ruta de tránsito para mercancías, dragándolos para permitir el tráfico comercial. Cada año, miles de portacontenedores, barcazas y otros buques utilizan las agitadas aguas marrones de la hidrovía para transportar millones de toneladas de carga hacia el sur, hasta Argentina, y desde allí a través del Océano Atlántico.
Sin embargo, el diario estadounidense sostuvo que esta arteria crucial tiene una nueva función y se ha convertido en una ruta principal para el envío de cantidades récord de cocaína a Europa. Lo anterior debido a la explosión del negocio mundial del transporte marítimo de contenedores, lo que ha permitido a los narcotraficantes aprovechar la vía fluvial.
Desde la pandemia, algunas de las mayores incautaciones de drogas en Europa llegaron en contenedores que primero viajaron por el sistema fluvial. Las incautaciones de cocaína vinculadas al Paraguay-Paraná se quintuplicaron entre 2010 y 2021, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
Por ejemplo, el año pasado, tras partir de Asunción, un buque con más de 12 toneladas de cocaína se movilizó sin ser detectado por el río Paraguay. Uno de sus contenedores, que transportaba semillas de sésamo negro para ocultar la droga, salió de la capital paraguaya en mayo de 2023 y viajó al sur, a Uruguay, donde fue cargado en otro navío con destino a Europa. La sustancia ilícita fue hallada en el Puerto de Hamburgo, Alemania, a principios de julio. Fue la mayor incautación fuera de Sudamérica en todo el año 2023.
Nueve días antes de que el contenedor de semillas de sésamo fuera cargado en el Puerto de Asunción, las autoridades paraguayas habían recibido cinco nuevos escáneres, cuatro de ellos donados por Taiwán y fabricados en Estados Unidos. La incautación en Hamburgo cayó como “un balde de agua fría” sobre el gobierno paraguayo, indicó un funcionario del gobierno que habló bajo condición de anonimato con el medio estadounidense, ya que no estaba autorizado a revelar información sobre el caso. “Fue una gran vergüenza”, remarcó.
“Es el eterno juego del gato y el ratón”, comentó Nicolás Benza, responsable del programa de contenedores de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) para el Cono Sur. “Ellos tienen recursos ilimitados, mientras que los nuestros son limitados”, añadió.
Durante generaciones, los narcotraficantes centraron su negocio en el consumidor estadounidense, traficando cocaína desde Colombia hacia América Central y Estados Unidos. El puerto brasileño de Santos solía servir como punto de partida alternativo desde Sudamérica. Actualmente, a medida que la industria de la cocaína ha experimentado un auge y las autoridades de seguridad han tomado medidas enérgicas en puertos tradicionalmente vulnerables, los grupos criminales han creado nuevas rutas y nuevos mercados.
Paraguay se convirtió en un atractivo punto de tránsito. Es uno de los mayores exportadores mundiales de soja, carne de vacuno y azúcar orgánica. Es un país sin salida al mar con menos de siete millones de habitantes y hoy cuenta con la tercera flota de barcazas más grande del mundo, solo detrás de Estados Unidos y China. Sólo este año, alrededor de 78.000 contenedores salieron de los puertos paraguayos con destino al sur, a Argentina o Uruguay, y cruzaron el Atlántico, según cifras de aduanas.
Sin embargo, la policía del país no fue diseñada para combatir el crimen organizado transnacional. Paraguay, a diferencia de sus vecinos, prácticamente no tiene radares aéreos, lo que facilita a los traficantes de Bolivia transportar drogas (cocaína producida en Colombia, Perú o Bolivia) a pistas de aterrizaje ilegales en la parte norte de Paraguay, una de las zonas menos habitadas del continente. Desde allí, la droga es trasladada en camiones hasta bodegas, donde es ocultada en contenedores con destino al río.
“La evolución del crimen organizado ha sido más rápida que la evolución de las fuerzas de seguridad”, señaló Oscar Chamorro, jefe de la guardia costera de Paraguay. Cada contenedor que sale de un puerto paraguayo debe pasar por un escáner, pero los narcotraficantes están encontrando cada vez más formas de burlar esta tecnología, según los investigadores, mezclando cocaína con líquidos, polvos y otros materiales para camuflar la sustancia.
En junio, las autoridades paraguayas encontraron más de cuatro toneladas de cocaína escondidas dentro de bolsas de azúcar en un contenedor en Asunción, con destino a Amberes, Bélgica. Había pasado por un escáner sin ser detectada. “Tenemos las puertas abiertas de par en par”, sostuvo Deny Yoon Pak, el fiscal que supervisa el caso del sésamo. “¿Cuánto cargamento se ha enviado y no teníamos ni idea?”, sumó.
A principios de este mes, la agencia antidrogas de Paraguay anunció que suspendería la cooperación con Estados Unidos, lo que pondría en peligro algunas de las investigaciones más importantes sobre el contrabando de cocaína en el país. Uno de esos casos involucra la búsqueda de Sebastián Marset, el capo prófugo de la droga que se escondió como jugador profesional de fútbol y se cree que controla gran parte del tráfico por el río Paraguay. Algunos ex funcionarios paraguayos argumentaron que la medida era un intento de proteger a los principales políticos paraguayos con vínculos con el tráfico de drogas.
Tras un artículo en The Washington Post que informaba sobre el fin planificado de la cooperación, el gobierno paraguayo revirtió su decisión y dijo que planea fortalecer la colaboración con la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos.