Hugo Barra es director de la Liga Marítima de Chile
Hace algo más de un siglo, Valparaíso sufrió en un mismo año la apertura del Canal de Panamá y el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Dos eventos que nos pillaron desprevenidos, sumiendo a la otrora Joya del Pacífico en una profunda cesantía y depresión social.
Chile experimentó en forma cruda lo que la disminución de la actividad marítima implicaba en términos de demanda de empleo, especialmente para los porteños.
Sin embargo, visionarios compatriotas, identificando correctamente las prioridades que el puerto y Chile requerían, materializaron ideas y proyectos que brindaron oportunidades de trabajo. En ese contexto nace la Liga Marítima de Chile, un vigía de los intereses marítimos del país. Entre sus iniciativas destacan la creación de las 200 millas de Zona Económica Exclusiva, la Ley de Cabotaje y la Escuela de Navegación Mercante e Ingenieros Navales.
Paralelamente, el puerto construyó el Molo y acogió los diques flotantes del Astillero Las Habas, industria que generaba cientos de empleos directos e indirectos.
Hoy, como un déjà vu, 110 años después, muchos porteños buscan empleo en el denominado “Valparaíso Patrimonial”. Otros trabajan bajo condiciones infrahumanas e informales, sin previsión, salud, bonos o vacaciones. Estudiantes vespertinos se ven obligados a pitutear durante el día, mientras algunos ceden o están próximos a ceder al dinero fácil y peligroso de la droga producto de la falta de oportunidades.
En este contexto, algunos que se dicen porteños se esmeran en entorpecer el desarrollo de la cuaderna maestra de su ser, el Puerto. Un Puerto que, no obstante, hoy se ahoga en permisologías que impiden que vuelva a ser una ciudad puerto, sigue siendo responsable de casi el 40% del PIB Regional.
Llevamos quince años intentando que Valparaíso atraiga inversión y prospere. Resulta incomprensible que, tras tanto tiempo y múltiples esfuerzos de las autoridades competentes, el proyecto original que ofrecía una solución al problema haya sido jibarizado para cumplir con diversas observaciones ambientales, patrimoniales, turísticas, entre otras. Aunque al final de este interminable túnel comienza a vislumbrarse algo de luz, aún persisten intentos por frenar el desarrollo de nuestro puerto.
Téngase presente que competimos en forma muy desventajosa por inversiones en el país y la región. Ya no somos el alumno aventajado de Sudamérica. El impuesto corporativo es en Chile de un 27%, siendo que, por ahora, en Estados Unidos es de solo 21%, impuesto que la nueva administración, promete reducir a 15%.
Valparaíso necesita oportunidades de trabajo para que los porteños proyecten sus vidas aquí. Los habitantes de los cerros necesitan esperanza. ¿Acaso no llama la atención de ideólogos – idealistas que las navieras se hayan trasladado a Santiago y las Casas Clasificadoras a Viña del Mar? ¡Sólo resta decir que el Molo no se ha ido a Viña porque sencillamente no es posible moverlo!