Juan Duarte es CEO de DUAGA
El pasado mes de mayo de 2024 las tensiones entre Filipinas y China ha alcanzado un nuevo punto álgido con el despliegue de un guardacostas filipino para investigar la presunta actividad de construcción de islas por parte de China en Sabina Shoal, un arrecife ubicado a menos de 90 millas náuticas de la costa de Palawan.
Mientras China ha construido múltiples islas artificiales sobre arrecifes en el archipiélago de Spratly, equipándolas con defensas aéreas, pistas estratégicas e instalaciones de radar de largo alcance, la situación en Sabina Shoal presenta un nuevo desafío, siendo este arrecife el más cercano hasta ahora a las islas de origen de Filipinas.
Estas tensiones se suman a las disputas territoriales de larga data entre China y Filipinas sobre el archipiélago de Spratly, donde China reclama la mayor parte de las islas, a pesar de que se encuentran dentro de la zona económica exclusiva de Filipinas. La Guardia Costera de China ha enfrentado repetidamente a la Guardia Costera de Filipinas, utilizando tácticas agresivas para evitar su acceso a áreas sensibles.
Bajo este contexto, el siguiente artículo se propone analizar las motivaciones detrás de las actividades de China en el Mar de China Meridional y el Mar de China Oriental. Además, busca examinar cómo la expansión del poderío naval chino puede ejercer una influencia determinante en el panorama marítimo mundial.
OBOR: una política de Estado
Desde que Xi Jinping asumió la secretaría del Partido Comunista en 2012, la política exterior china ha experimentado un marcado cambio hacia una postura más expansionista y proactiva. En este nuevo enfoque, China busca no solo asegurar su posición como una potencia regional dominante, sino también avanzar hacia su visión de convertirse en el epicentro de Asia y del mundo. Este objetivo se ha reflejado en una serie de iniciativas, siendo una de las más destacadas la ambiciosa Estrategia de la Franja y la Ruta (OBOR, por sus siglas en inglés), también conocida como la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda.
La Estrategia OBOR es un plan integral que busca redefinir los patrones comerciales y de conectividad a nivel global mediante la construcción de infraestructuras de transporte, energía y comunicaciones en todo el mundo. El objetivo principal de esta iniciativa es facilitar el comercio y la cooperación económica entre China y otros países, asegurando así el acceso a mercados clave, materias primas y recursos energéticos. A través de la creación de una red de rutas terrestres y marítimas que conectan Asia con Europa, África y más allá, China busca consolidar su posición como una potencia comercial y geoestratégica de primer orden.
En este contexto, la Estrategia OBOR se presenta como un instrumento clave para el ascenso de China como una potencia mundial. Al desarrollar infraestructuras logísticas a lo largo de las rutas comerciales tradicionales y emergentes, China busca no solo expandir su influencia económica, sino también fortalecer su presencia estratégica en regiones clave. Esto incluye el desarrollo de puertos, ferrocarriles, carreteras y proyectos energéticos en países de Asia Central, el sudeste asiático, África y Europa, entre otros.
No obstante, estas intenciones empiezan desde el vecindario. Las numerosas aspiraciones territoriales de China en el Mar Meridional de China están impulsando un rápido proceso de modernización de su Armada, evidenciado en la expansión y fortalecimiento de sus capacidades militares, especialmente en las regiones disputadas como las islas Spratly, Paracel y el archipiélago de las Senkaku. Las demandas territoriales de China en estas áreas han generado tensiones significativas en la región, lo que a su vez ha motivado al país a fortalecer su presencia militar en el mar.
La disputa por las islas Spratly y Paracel ha llevado a China a construir y fortificar islas artificiales en estas áreas, equipándolas con infraestructuras militares avanzadas como pistas de aterrizaje, instalaciones de radar y sistemas de defensa antiaérea. Asimismo, la disputa sobre el archipiélago de las Senkaku, reclamado por China, pero administrado por Japón, ha exacerbado las tensiones en el Mar de China Oriental y ha llevado a un aumento de las patrullas navales y aéreas en la región por parte de ambas naciones.
En respuesta a estos desafíos territoriales, China ha invertido considerablemente en la modernización de sus fuerzas navales, buscando fortalecer su capacidad de defensa y proyección de poder en estas áreas disputadas. Este proceso de modernización naval incluye la adquisición de nuevos buques de guerra, submarinos, aeronaves y tecnologías avanzadas de guerra electrónica y cibernética. Además, China ha ampliado sus operaciones navales en aguas lejanas, participando en ejercicios militares conjuntos y realizando despliegues de larga distancia para demostrar su capacidad de proyección de poder en el escenario global. Actualmente, la armada de China cuenta con una producción de embarcaciones navales, que equivale a toda la flota naval de Fracia, lo cual representa un inmenso número de embarcaciones que están programadas para reforzar esta estrategia de control geopolítico.
Además, dentro de este mismo contexto, China también ha realizado diferentes inversiones a lo largo del océano Índico, generando un “collar de perlas” que ha permitido obtener un mayor control sobre las rutas comerciales y estratégicas en la región. Esta estrategia, conocida como la “perla del collar”, implica el establecimiento de una serie de infraestructuras portuarias y navales en países como Pakistán, Sri Lanka, Bangladesh y Myanmar, entre otros.
Estas inversiones chinas en infraestructura portuaria y naval en el océano Índico tienen múltiples objetivos. Por un lado, buscan asegurar el acceso a rutas marítimas cruciales para el comercio chino, facilitando el transporte de materias primas y productos manufacturados hacia y desde África, Oriente Medio y Europa. Al mismo tiempo, estas inversiones fortalecen la presencia y la influencia de China en la región, ampliando su alcance geopolítico y estratégico en un área tradicionalmente dominada por potencias occidentales.
Además, el establecimiento de infraestructuras portuarias y navales a lo largo del océano Índico forma parte de la estrategia de seguridad marítima de China, que busca proteger sus intereses comerciales y energéticos en aguas distantes. Estas instalaciones pueden servir como bases logísticas para la marina china, permitiendo un despliegue más efectivo de sus buques de guerra y proporcionando apoyo logístico en caso de operaciones militares en la región.
Las perlas del collar
Una de las perlas más significativas en este collar de influencia es el puerto de Hambantota en Sri Lanka. China aseguró un contrato de arrendamiento del puerto por un período de 99 años, una acción emblemática que ejemplifica su estrategia de expansión marítima. Este movimiento estratégico cobra aún más relevancia cuando se considera que cerca del 80% del comercio chino se lleva a cabo a través del Océano Índico. Es evidente que China está buscando asegurar y proteger esta ruta vital para su economía, particularmente frente a la creciente rivalidad con India, su vecino regional.
El puerto de Hambantota no es solo un enclave portuario; es un símbolo tangible del ascenso de China como una potencia marítima y económica a nivel global. Además de facilitar el transporte de mercancías chinas hacia destinos lejanos, el puerto también se ha convertido en una pieza clave en la estrategia de proyección de poder de China en el Océano Índico. Sus instalaciones modernas y su ubicación estratégica ofrecen a China una plataforma logística para sus operaciones navales y comerciales en la región, así como una base potencial para futuras iniciativas de cooperación y desarrollo.
Sin embargo, la presencia china en el puerto de Hambantota no está exenta de controversia y preocupación. La adquisición a largo plazo del control sobre este puerto estratégico ha despertado inquietudes sobre la influencia china en Sri Lanka y su impacto en la seguridad regional. Además, la creciente presencia de China en el Océano Índico ha generado tensiones con India, que ve con recelo la creciente influencia china en su “patio trasero” y está intensificando sus propias iniciativas para contrarrestarla.
Otra joya crucial en este conjunto de inversiones es el Puerto de Gwadar en Pakistán. China ha mostrado un interés sostenido en Gwadar durante años, contribuyendo financieramente a la fase inicial del puerto y posteriormente asegurando un contrato de explotación en 2013, tras superar a un consorcio de Singapur. Sin embargo, la Iniciativa de Corredor Económico China-Pakistán (CPEC, por sus siglas en inglés) no ha sido recibida con consenso. India ha criticado el proyecto, señalando que atraviesa Cachemira, una región disputada entre India y Pakistán, lo que ha sido interpretado por Islamabad como un intento de “contener a China”.
Más allá de las disputas diplomáticas, la seguridad en Gwadar es otro aspecto fundamental. El oficial Kamal Azfar, al mando de la “brigada 440” establecida para proteger el CPEC, reconoce la importancia de este asunto. El puerto de Gwadar, al ser un componente crucial del CPEC, debe ser asegurado para garantizar su funcionamiento eficiente y seguro. Las preocupaciones sobre la seguridad en la región, tanto en términos de estabilidad interna como de amenazas externas, son elementos que deben abordarse de manera efectiva para asegurar el éxito a largo plazo del proyecto y la protección de los intereses de todas las partes involucradas.
Por otro lado, en 2021 hubo una controversia en torno al Puerto de Khalifa en Emiratos Árabes Unidos, dado que se estaba realizando la construcción en secreto de un puerto de envíos chino. El proyecto del puerto fue objeto de una serie de compromisos diplomáticos por parte de altos funcionarios estadounidenses y prominentes legisladores en el Capitolio, y ha puesto en peligro potencial la venta de avanzados aviones de combate estadounidenses y otros armamentos sofisticados a los Emiratos Árabes Unidos.
Los funcionarios estadounidenses observaron de cerca la construcción de lo que creían que era una instalación militar dentro del puerto comercial Khalifa, a unos 80 kilómetros de la capital de los Emiratos Árabes Unidos, durante al menos un año. Estados Unidos considera a los Emiratos Árabes Unidos un socio clave en los esfuerzos contra el terrorismo en la región y tiene miles de tropas basadas en una base aérea emiratí a 32 kilómetros de Abu Dhabi.
Aunque China, al igual que los Emiratos Árabes Unidos, retrató el proyecto portuario como puramente comercial, la inteligencia estadounidense observó buques disfrazados como embarcaciones comerciales que los funcionarios reconocieron como un tipo típicamente utilizado por el ejército chino para la recopilación de inteligencia de señales, ingresando al puerto.
Por último, pero no menos importante, destaca la base naval china establecida en Yibuti desde 2017, marcando un hito como la primera base militar china fuera de su territorio nacional. Esta instalación ha sido objeto de gran interés y especulación, ya que probablemente representa el inicio de una serie de bases militares chinas en el extranjero. Medios chinos han sugerido que esta base de ultramar no solo servirá como un centro de coordinación para operaciones humanitarias y misiones de mantenimiento de la paz de los Cascos Azules de las Naciones Unidas, sino que también se espera que participe en cooperaciones y maniobras militares, así como en misiones de rescate en el Golfo de Adén, una región de importancia estratégica para el comercio mundial.
La presencia china en Yibuti refleja la ambición del país asiático de ampliar su alcance marítimo y proyectar su influencia en las rutas comerciales y estratégicas de África y el Medio Oriente. Esta base militar ofrece a China una posición estratégica desde la cual puede monitorear y proteger sus intereses en la región, así como participar en actividades de seguridad marítima a nivel global. Además, la presencia militar china en Yibuti también puede ser vista como un intento de contrarrestar la presencia de otras potencias en la región y asegurar su acceso a recursos naturales y mercados emergentes en África.
Sin embargo, la creciente presencia militar china en Yibuti ha generado preocupaciones entre los países vecinos y la comunidad internacional sobre el potencial de una mayor militarización en la región y el riesgo de conflictos regionales. Además, algunos observadores han expresado inquietudes sobre el impacto de la presencia china en la estabilidad política y la seguridad en el Cuerno de África, una región que ya enfrenta una serie de desafíos socioeconómicos y políticos.
Es crucial destacar que estos ejemplos representan solo una fracción de la red de puertos estratégicos bajo el control de China. Esta red, que se extiende por varios continentes, no solo facilita la implementación de la estrategia marítima china, sino que también influye significativamente en la dinámica geopolítica global.
Además de los casos mencionados, China ha establecido y ha invertido en una amplia gama de puertos en todo el mundo, desde África hasta Europa y América. Estos puertos no solo sirven como nodos clave para el comercio chino, sino que también desempeñan un papel crucial en la proyección de la influencia china en diversas regiones.
Impactos de la política OBOR
La estrategia expansiva de China, que incluye la construcción de infraestructuras portuarias, bases navales y corredores económicos en diversas regiones del mundo, tiene una serie de impactos significativos tanto en el comercio como en la geopolítica a nivel global.
En términos comerciales, esta estrategia ha permitido a China asegurar y diversificar sus rutas comerciales, reduciendo su dependencia de rutas marítimas tradicionales y potencialmente vulnerables, como el Estrecho de Malaca. Al desarrollar corredores económicos y establecer infraestructuras portuarias en lugares estratégicos, China puede facilitar el transporte de materias primas, productos manufacturados y energía hacia y desde sus mercados clave en Asia, África, Europa y más allá. Esto no solo promueve el comercio bilateral, sino que también fortalece la interconexión económica entre China y otras naciones, estimulando el crecimiento económico y el desarrollo regional en general.
Desde una perspectiva geopolítica, la estrategia de expansión de China está transformando el equilibrio de poder en varias regiones del mundo. Al establecer bases navales y presencia militar en puntos estratégicos como el Océano Índico, el Mar del Sur de China y el Cuerno de África, China está aumentando su capacidad para proyectar su poderío militar y proteger sus intereses en áreas clave. Esto ha llevado a una mayor competencia entre China y otras potencias mundiales, como Estados Unidos, en lo que se ha denominado como la “nueva guerra fría”.
Además, la presencia de China en estas regiones también está generando una serie de tensiones geopolíticas y diplomáticas, especialmente con países vecinos y potencias regionales. Las disputas territoriales, las preocupaciones sobre la expansión militar china y las rivalidades por el control de recursos naturales son solo algunas de las cuestiones que están contribuyendo a la creciente complejidad del panorama geopolítico mundial.
En conclusión, la estrategia de expansión marítima de China, manifestada a través de la construcción y control de una red global de puertos, está redefiniendo el panorama geopolítico y económico mundial. Estos puertos no solo sirven como centros vitales para el comercio y la logística, sino que también representan puntos estratégicos desde los cuales China puede proyectar su poderío naval y promover sus intereses en regiones clave de todo el mundo.
Este crecimiento sin precedentes de la influencia china en el ámbito marítimo está generando una serie de desafíos y oportunidades para la comunidad internacional. Por un lado, ofrece nuevas oportunidades de cooperación y desarrollo económico, facilitando la conectividad entre diferentes regiones y fomentando el intercambio comercial. Sin embargo, también plantea preocupaciones sobre la seguridad marítima, la competencia geopolítica y la soberanía nacional en las regiones donde China ejerce su influencia.
En este contexto, es crucial que los actores internacionales trabajen juntos para promover la transparencia, la cooperación y el respeto por el derecho internacional en el ámbito marítimo. Además, es fundamental para la comunidad internacional comprender y abordar los desafíos y riesgos asociados con la creciente presencia china en los océanos del mundo.
En última instancia, la evolución de la estrategia marítima de China tendrá un impacto duradero en el orden mundial, y es vital que los países y organizaciones globales adopten un enfoque colaborativo y pragmático para gestionar esta transformación y garantizar un futuro marítimo seguro, estable y próspero para todos.