Por Francisco Ulloa
Director Costa Oeste Sud América
Maersk Line
Soltar los amarres que aún implican los miles de millones de movimientos que hacen posible el comercio internacional y ubicarlo al alcance de todos, sin importar la dimensión del negocio, es el principal desafío de quienes tenemos un rol activo en la industria naviera.
La burocracia que rodea a las operaciones marítimo-portuarias puede verse reflejada en el registro obtenido en 2014 a partir del seguimiento de un embarque de flores y paltas desde Kenia, en África, hasta Holanda, en Europa. ¿El resultado? Más de 30 actores involucrados, 200 interacciones, y cientos de papeles para firmar y validar. Esto, que podría parecer imposible a la luz de lo que se espera de compañías modernas y sistemas interconectados en un sector que mueve más del 90% del volumen del comercio internacional, sigue siendo una realidad.
En un entorno cada vez más interrelacionado, con economías al alcance de la mano e infinitas posibilidades para el intercambio de productos y servicios entre un punto y otro del planeta, resulta al menos desafiante que la comercialización esté sujeta a mecanismos que están lejos de ser los que se esperan en el siglo XXI. Si pensamos que la última gran revolución de nuestro sector fue la incorporación de los contenedores como complemento de los embarques a granel en la década de los ’60, hoy, de cara al 2020, aún tenemos mucho por hacer.
Digitalización, inclusión tecnológica, eficiencia de la cadena logística, monitoreo en línea, Internet de las cosas (IoT) y cuidado en la cadena de frio, son conceptos que están integrándose con fuerza, con el fin de simplificar los procesos y permitir que cualquier empresa, en cualquier parte del mundo y con cualquier producto o servicio, pueda participar del intercambio comercial y ser parte del desarrollo de la economía de los países.
Son estos mismos conceptos los que se están materializando en herramientas y procesos que hacen que las empresas puedan anticiparse a gestionar el volumen de transporte marítimo que, según un informe de la consultora McKinsey, en 50 años podría triplicar o quintuplicar el actual.
Tecnologías que permiten que el cliente pueda cotizar, contratar y hacer un seguimiento de su carga en tiempo real, y sistemas que logran controlar la atmósfera de los contenedores, son un ejemplo de lo que está permitiendo que las empresas puedan visualizar todos los detalles de la cadena logística en una forma más amigable y simple.
A estas herramientas, hoy podemos agregarle la plataforma creada por Maersk Line e IBM -que aún está pendiente de aprobación por parte de las autoridades correspondientes-, orientada a generar un intercambio de datos y documentos en tiempo real, a través de la suma de todos los actores de la cadena logística, incluidas las autoridades aduaneras basada en tecnología Blockchain como estándar mundial de la misma forma que lo fue el contenedor.
Esta plataforma no solo le dará mayor visibilidad, seguridad y agilidad al intercambio de información, sino que contribuirá en la reducción de los errores en el movimiento físico de documentación y de los costos en su procesamiento.
Simplificación y reducción de costos representan, sin lugar a duda, dos motores para la apertura y liberalización del comercio internacional para todo tipo de clientes. Con esta revolución digital, que se viene a pasos agigantados, cada vez son más los exportadores e importadores que ya pueden dejar de soñar con llevar sus productos o servicios al otro lado del planeta; llegó la hora de que sean parte activa de este ecosistema económico-marítimo.
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