Rafael Rocha es Vicepresidente de Emergent Cold Latin America
Shanghai es la ciudad más grande de China, con 25 millones de habitantes, y su puerto concentra el 17% del tráfico de contenedores y el 27% de las exportaciones del país, lo que le otorga un papel estratégico en el comercio mundial. Sin embargo, este gigante quedó parcialmente inmovilizado por la nueva ola de covid-19, lo que provocó el confinamiento total o parcial de decenas de localidades chinas.
Aún con la buena noticia del fin del confinamiento, anunciada esta semana, los efectos de este paro se pueden sentir durante meses y hasta 2023. Las restricciones impuestas por las autoridades chinas, entre otros obstáculos, impedían el acceso de camiones al puerto, lo que generó una acumulación de envases y una reducción de al menos un 30% en la productividad.
Además, no había trabajadores portuarios para controlar la entrada y salida de los barcos e inspeccionar la carga y descarga de bienes, lo que generaba una congestión de naves que esperaban su turno para atracar en el puerto. La situación, además de presionar las tarifas, ha afectado especialmente al transporte de cargas perecederas y refrigeradas que requieren cuidados especiales para mantenerlas intactas. Algunas empresas de la cadena de frío se vieron obligadas a desviar mercancías a otros puertos, con costos y dificultades adicionales.
La presión sobre las navieras ha sido enorme, ya que no han podido mantener los horarios de atraque y salida, congestionando aún más los puertos. También existe una expectativa sobre el resultado de lo que llamamos “blank sailing” –cuando un puerto no puede recibir a un determinado buque dentro de su ruta planificada– y cuánto esto conducirá a un aumento aún mayor en los costos, especialmente en las tarifas spot.
Grandes empresas como Volkswagen y Tesla se vieron obligadas a detener sus actividades en Shanghái, a causa de la cuarentena. Una de las consecuencias de todos estos obstáculos fue la desaceleración de las exportaciones, que cayeron al nivel registrado en el primer semestre de 2020, cuando comenzó la pandemia del covid-19.
Sumado a este “problema chino”, la continuación del conflicto en Europa del Este, que comenzó el 24 de febrero con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, por mucho más tiempo de lo esperado, eleva el nivel de preocupación de todas las empresas comerciales internacionales. Aún sin solución a la vista, la guerra europea se convirtió en un factor más de desequilibrio en las relaciones entre los países, sin considerar las dudas sobre la posición de China en este enfrentamiento.
Para empeorar aún más este ambiente de guerra, Finlandia y Suecia han expresado su deseo de unirse a la OTAN, lo que lleva a Vladimir Putin, peligrosamente, a apostar aún más por las amenazas a la alianza occidental. Este clima bélico, sorprendente en pleno siglo XXI, reforzó la necesidad de una profunda reflexión sobre este “nuevo orden mundial”, en lo que se refiere a los temas relacionados con el transporte y la logística de la cadena de frío, esenciales para todas las personas del planeta, donde quiera que estén.
Incluso con el regreso a las operaciones en el Puerto de Shanghái, el impacto persiste. Los puertos occidentales ya se están preparando para el crecimiento de la demanda y esperan una gran congestión. Especialistas dicen que habrá aumento de carga y, en consecuencia, escasez de capacidad y alta presión sobre las tarifas. Mientras tanto, los importadores están acumulando existencias de seguridad para evitar lo que vimos el año pasado, con almacenes congestionados en todas partes.
Cada vez veo más empresas tomando decisiones de “reshoring”, es decir, de volver a producir localmente por todas estas incertidumbres políticas generadas por la pandemia, la guerra de Putin y la falta de confianza en China. En América Latina, casi todas las naciones mantienen vínculos históricos con Europa Occidental y Estados Unidos, fortalecidos principalmente después de la Segunda Guerra Mundial. Salvo raras excepciones, los países latinoamericanos siguen esta línea de apoyo.
Parece que el escenario mundial para el sector logístico seguirá atravesando un período convulso, ya sea por cuestiones geopolíticas o por cuestiones relacionadas con la salud pública. Y el impacto en el ritmo de las entregas de productos y los precios será inevitable.