Roberto Paveck es economista y académico, especialista en innovación y en gestión de puertos, además de columnista de PortalPortuario
Recientemente, recibí a un grupo de alumnos peruanos de un MBA en Logística durante un intercambio académico en Brasil. Al comenzar la clase, por curiosidad, les pregunté cuáles eran sus expectativas respecto a la inauguración del Puerto de Chancay. La respuesta fue unánime: optimismo. Para ellos, el nuevo puerto representa un parteaguas para el futuro económico del Perú y de toda la región andina.
Ese entusiasmo tiene fundamentos sólidos. Chancay nace como uno de los proyectos logísticos más ambiciosos del Pacífico Sur. En su fase inicial, se espera que movilice hasta un millón de contenedores al año, con potencial de expansión hasta 1,5 millones de TEUs. Su cercanía con Lima —principal centro político y económico del país—, sumada a la fuerte inversión china, posiciona al puerto en el radar de las principales cadenas globales de suministro.
La experiencia internacional refuerza esta expectativa. Los puertos bien planificados no solo mueven cargas: dinamizan economías. Según un estudio de la OCDE, cuando están integrados a las regiones donde se ubican, contribuyen directamente al crecimiento del PIB, generan empleo calificado y estimulan la productividad. Cada dólar invertido en infraestructura portuaria tiende a multiplicar su impacto en sectores como transporte, industria, comercio y servicios.
Durante la conversación con los alumnos, sin embargo, surgió otra dimensión del tema: ¿cómo garantizar que los beneficios del nuevo puerto también lleguen a la población local? La preocupación se centraba, especialmente, en pescadores, comerciantes y trabajadores informales, que muchas veces quedan al margen de los grandes emprendimientos.
Esa inquietud no es exclusiva de Chancay. En varios países de América Latina, los puertos modernos suelen convivir con comunidades vulnerables. En estos contextos, el contraste entre infraestructura avanzada y realidad local destaca la necesidad de modelos de desarrollo que consideren el entorno y sus habitantes.
Avanzar en esa dirección requiere un enfoque colaborativo y sostenido. Invertir en formación técnica y profesional para quienes viven en las zonas portuarias puede ser un buen punto de partida — y ya existen ejemplos concretos en la región.
El Puerto de San Antonio, en Chile, es uno de ellos. En 2024, firmó acuerdos con organizaciones sociales para promover la alfabetización digital, la capacitación técnica y mejoras en el abastecimiento de agua, beneficiando a más de 4.000 personas. También se destaca el Acuerdo por la Sostenibilidad de la Pesca Artesanal, construido durante dos años de diálogo con sindicatos de pescadores locales.
En Brasil, el Puerto de Itaqui, gestionado por EMAP, ha logrado combinar modernización con compromiso social. El programa Jovem Tech, premiado por AAPA-Latam 2025 en la categoría de desarrollo del capital humano, ofrece formación en programación a jóvenes de escuelas públicas, con enfoque en empleabilidad y acceso a becas de estudio. Son acciones que ya han transformado la vida de cientos de familias.
Estas iniciativas muestran cómo la educación enfocada en las nuevas competencias de la economía portuaria —como automatización, sostenibilidad y logística digital— puede ampliar los beneficios del desarrollo. Según el informe OCDE Skills Outlook 2019: Thriving in a Digital World, fortalecer las habilidades técnicas y digitales de la fuerza laboral es clave para que los países en desarrollo aprovechen al máximo las inversiones en infraestructura.
Volviendo a la inquietud de los alumnos, Chancay no debe ser visto solo como un megaproyecto logístico. También es una oportunidad estratégica para que el Perú promueva avances sociales concretos y construya un círculo virtuoso de prosperidad.
Ese es, quizás, el mayor desafío y la principal promesa de Chancay: demostrar que las grandes obras pueden estar al servicio de la gente, porque lo que está en juego va más allá de contenedores: es la posibilidad real de convertir un megaproyecto en motor de ingresos, oportunidades y un nuevo capítulo para el desarrollo peruano.












































