Cada comunidad-puerto tiene su propia historia, cultura y geografía, por lo que no hay una receta para el relacionamiento con comunidad. Aun así, vale la pena revisar esta experiencia que se acerca a las dos décadas. La historia de Puerto Coronel nació hace casi 20 años en la comunidad coronelina, que por entonces se enfrentaba al drama del término de la actividad carbonífera.
Llegamos para quedarnos y nacimos bajo la certeza de un profundo compromiso con nuestro entorno, cuando para instalar las obras portuarias hubo que trasladar a una toma de más de 450 familias que vivían en la playa que hoy nos cobija.
La relación con comunidades es dinámica. A medida que mejoran las condiciones de vida, los requerimientos de las comunidades van cambiando, lo que nos obliga a estar constantemente adaptándonos a las nuevas realidades. Así cuando el PIB per cápita crece, aumentan exponencialmente las necesidades, visiones y requerimientos de la población.
Punto de inflexión
La otrora zona del carbón tuvo un pasado glorioso, cuando todos los buques que transitaban por la costa oeste de América pasaban a cargar carbón a Coronel. Así como también la industria y ferrocarriles que se alimentaban de este combustible consumiendo millones de toneladas, las que en gran parte iban a parar al mar, contaminando la bahía. En aquella época, el invierno de Coronel se poblaba de una densa capa de humo y hollín. Después de la construcción del Canal de Panamá, el desarrollo de los motores diésel, la electricidad y el freno al desarrollo de nuevas líneas de ferrocarriles, vino un lento e inexorable fin para la minería del carbón, con el consiguiente empobrecimiento de la zona de Lota y Coronel.
Cuando llegamos con el sueño de construir un puerto en Coronel, nos encontramos con una ciudad agobiada por una tremenda cesantía. Más de 3.000 trabajadores de la mina de Schwager de Coronel, que poco antes había cerrado sus puertas, habían perdido su fuente laboral. Cada día había menos puestos de trabajo y con muy bajos ingresos. Las pocas posibilidades, había que buscarlas fuera de la ciudad. No había futuro para los hijos de Coronel.
Es por eso que cuando comenzamos la construcción del Puerto, la comunidad sintió que comenzaba un renacer y la mayor aspiración era solo que hubiera mejores puestos de trabajo y mejor remunerados. En ese entonces había un solo banco, no existían supermercados, ni centros comerciales, ni las decenas de empresas que se instalaron luego cerca del Puerto y en los parques industriales.
Hoy todo ha cambiado. Hay miles de casas nuevas, la gente emigra a Coronel, hay una expansión de empresas de servicios, centros comerciales y nuevas industrias y con esto, nuevas necesidades y requerimientos que seguirán aumentando a medida que el PIB comunal siga creciendo.
Mirada al futuro
Hemos recorrido un gran camino y nos queda mucho por delante, pero es posible enumerar algunos factores que han aportado a esta relación.
En lo estratégico, nuestra experiencia apunta a generar relaciones de largo plazo, que por cierto nunca se terminan de cimentar. Por lo tanto hay que trabajar en ellas constantemente. A eso ayuda mantener una política de puertas abiertas, donde recibimos y escuchamos los requerimientos, dudas, quejas y alegrías de nuestros vecinos, independiente de si podamos acogerlas o no. Luego, contar con políticas y planificación a largo plazo, donde hemos establecido una hoja de ruta con objetivos claros que nos ayudan a operativizar este proceso.
En lo cotidiano, eso se traduce en comunicar e informar en forma permanente. Esto implica mantener una relación constante con nuestros stakeholders, manteniéndolos informados, aún en situaciones de crisis o contingencias adversas. Implica también, estar siempre presente; no “solo para la foto”, si no trabajar codo a codo en las actividades conjuntas de principio a fin. Para eso, debemos estar en sintonía con la comunidad, a fin de promover la cultura local, participar en las actividades de la comuna y generar iniciativas que recojan las sugerencias de nuestros trabajadores y vecinos.
En suma, cultivar una buena relación comunitaria requiere trabajar, trabajar y trabajar… sin perder nuestra orientación estratégica, conscientes que no podemos atender todos los requerimientos, pero que trabajamos para ser mejores y con honestidad respecto a nuestras limitaciones. La transparencia con autoridades, dirigentes locales y vecinos es un valor fundamental de esta relación, porque nutre el trabajo colaborativo al que todos aspiramos dentro de nuestras posibilidades.
Todas las empresas soñamos con que se comprenda y valore nuestro rol e importancia en el desarrollo económico y social, en concreto para nuestros trabajadores, sus familias y la comuna donde operamos. El desafío, aunque vivamos en una época de incertidumbre política, económica y social en comunidades cada vez más demandantes y con altas expectativas, es lograr un sentido de pertenencia a un proyecto común, donde nuestra presencia sea valorada y respetada por la gente debido al efecto positivo que genera en la vida de las personas. Es un trabajo arduo pero gratificante, un camino que vale la pena recorrer.