La construcción del Megapuerto de Chancay, de propiedad de Cosco Shipping Ports (China) en 60% y Volcan Compañía Minera (Perú) en 40%, está generando diversas repercusiones geopolíticas, lo que incluye alertas por el potencial del recinto portuario peruano de ser utilizado como base para la Armada de China.
En línea con lo consignado por el medio británico The Telegraph, en caso de un potencial conflicto con Occidente, Chancay podría ser ocupado por la marina china para apoyar “operaciones contra la Costa Oeste de Estados Unidos”, según afirmó Evan Ellis, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos del US Army War College.
En la esfera pública, Chancay está destinado para fines civiles y tiene por objetivo el poder integrar aún más la economía de China con la de Latinoamérica, canalizando materias primas a la superpotencia asiática desde Argentina, Colombia y todos los países intermedios.
Lo anterior debido a que su ubicación reducirá en semanas los tiempos de transporte de aquellos productos básicos (incluido maíz, soja, cobre y litio) y, con esto, permitieron evitar el largo desvió atlántico hasta el Canal de Panamá.
Cabe recordar que este proyecto portuario se desenvuelve en el marco de la iniciativa “Belt and Road” o de la “Franja y la Ruta”, el que corresponde al controvertido programa de obras de infraestructura global que es la principal política exterior de Xi Jinping, presidente de China. Según la ley china, el Puerto de Chancay debiera ser capaz de servir también al Ejercito Popular de Liberación, lo que se extiende a la marina china.
A veces comparada con el Plan Marshall, el paquete de ayuda que Washington utilizó para reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial, la iniciativa de la Franja y la Ruta, con un valor estimado de un billón de libras, incluye proyectos de infraestructura y comunicaciones financiados o de propiedad china en todo el mundo, desde el primer ferrocarril de alta velocidad de Indonesia hasta un proyecto de energía hidroeléctrica en Argentina.
Al respecto, Evan Ellis advirtió que “si hay un caso ejemplar del uso de un puerto comercial por parte de China para recibir y reabastecer buques de guerra chinos en el hemisferio occidental durante una guerra con Estados Unidos, o usar subrepticiamente un puerto comercial para fines militares, es este”.
La ubicación de Chancay incluso significa que un intercambio de ataques militares entre Estados Unidos y China continental sería “sobrevivible” para los buques de guerra chinos atracados allí, de acuerdo a lo sostenido por Ellis.
En tanto, el Asia Pacific Policy Institute, un centro de estudios estadounidense, remarcó que el recinto portuario de Chancay es un ejemplo “típico de la lógica primero civil, después militar” de cientos de proyectos de la Franja y la Ruta en todo el mundo.
“Es un esfuerzo por ser sutil y discreto mientras se expande la capacidad del Ejército Popular de Liberación de proyectar poder en el extranjero”, dijo Danny Russel, vicepresidente del instituto, a The Telegraph.
La advertencia llega después de que China desplazara a Estados Unidos como principal socio comercial de América Latina, en parte gracias a los proyectos de infraestructura de la iniciativa de la Franja y la Ruta.
Aquel momento decisivo se produjo en 2018, cuando Donald Trump era presidente de Estados Unidos. La brecha se ha ampliado durante el mandato de Joe Biden en la Casa Blanca. El comercio total entre América Latina y China alcanzó los 351.000 millones de dólares en 2022, frente a los 297.000 millones entre la región y Estados Unidos.
Gonzalo Ríos Polastri, subgerente general de Chancay, negó que el puerto pueda ser utilizado con fines militares y destacó que en el contrato con el Gobierno del Perú ni siquiera se menciona a la marina china.
“Si alquilas un auto, nadie te dice: Por favor, no lo uses para atacar un edificio”, dijo el año pasado Ríos Polastri, un almirante peruano retirado. La embajada china en Lima no respondió a una solicitud de comentarios de The Telegraph.
Belt and Road
El proyecto Belt and Road, presentado por Xi en 2013, tiene como objetivo facilitar los vínculos comerciales y económicos entre la superpotencia asiática y unos 140 países clientes, principalmente en Asia, África y América Latina. Sin embargo, también existen obras en democracias occidentales, entre ellas Italia y Portugal.
Por lo general, los contratos firmados son opacos o incluso secretos, lo que aumenta las sospechas occidentales, pero se cree que ofrecen a China condiciones muy favorables, así como un control significativo de los proyectos en territorio soberano de países en desarrollo.
A menudo se alega que esos contratos han dejado a países vulnerables -con controles y equilibrios débiles- en una trampa de deuda, en deuda con Pekín.
En 2019, la Autoridad Marítima Nacional del Perú otorgó inicialmente a Cosco derechos “exclusivos” para operar Chancay como el primer puerto privado del país.
Este año, después de que Cosco ya había gastado aproximadamente £1.000 millones en la construcción, el gobierno intentó revertir abruptamente esa decisión, posiblemente después de la insistencia de la embajada de Estados Unidos, alegando que violaba la ley peruana, que no permite puertos privados.
Sin embargo, cuando Cosco amenazó con demandar, Lima dio marcha atrás y modificó la legislación para incorporar el acuerdo de manera retroactiva. Según The Telegraph, en general este escenario habría dado la impresión de que los chinos superaron “fácilmente” a los sucesivos gobiernos peruanos “distraídos por la agitación política crónica”.
Otro caso notorio es el del Puerto Hambantota de Sri Lanka. Al no poder pagar la construcción, el país insular se vio obligado en 2017 a ceder el recinto portuario a China en un contrato de arrendamiento de 99 años, lo que le dio a Pekín una nueva posición estratégica en el Océano Índico.
El creciente poder que la iniciativa del Belt and Road le ha dado a Beijing ocurre mientras China fortalece su cooperación militar con Rusia, al mismo tiempo que Moscú redobla su guerra de agresión en Ucrania.
En línea con lo último, recientemente Jens Stoltenberg, secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), advirtió que Xi era un “facilitador decisivo” de su homólogo ruso.
Oscar Vidarte, experto en relaciones internacionales de la Pontificia Universidad Católica del Perú, afirmó que “China no quiere competir con Estados Unidos en América Latina. Busca evitar conflictos y mantener la relación económica”.
“Beijing está feliz de aliarse con gobiernos democráticos o autoritarios. Lo que realmente le importa es promover los intereses de China. Se adapta a las condiciones locales, incluida la política local”, complementó.
The Telegraph intentó comunicarse con Cosco pero no recibió respuesta.